El ojo de Tántalo | Relato de noviembre #OrigiReto2019

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El rótulo estaba casi borrado y apenas se distinguían las letras, pero Marta sentía unas ganas irrefrenables de entrar en aquella tienda. No sabía explicar por qué, ni cómo había dado con ella. Pero cuando quiso darse cuenta su mano estaba girando el pomo de la puerta. Olía a viejo y a polvo. Parecía estar llena de trastos y cachivaches extraños. Se paseó entre las estanterías sin rumbo alguno. Nada parecía llamarle suficiente la atención. Llegó a un pequeño mostrador con varios libros encima. Detrás de él unas cortinas parecían esconder más salas en el interior. Se escucharon unos pequeños pasos y un ligero suspiro.

—Disculpe, ¿hay alguien ahí? —preguntó Marta con timidez.

—Espere un segundo, enseguida salgo —contestó una voz grave.

Marta rebuscó entre los libros, pero seguía sin haber nada que le interesase. Estaba empezando a perder la curiosidad por aquel lugar tan extraño y decidió irse de allí. Volvió sobre sus pasos lo más rápido que pudo. Sin embargo, fue incapaz de encontrar la salida. Se detuvo en seco en mitad de un pasillo. Observó las estanterías para ver si recordaba algún objeto en concreto, algún detalle. Un ligero brillo captó su atención. Al final del pasillo en una vitrina de cristal profusamente decorada reposaba un collar precioso y brillante. Marta se acercó poco a poco, casi con miedo. Lo observó desde fuera del cristal: tenía una cadena de plata decorada con rebordes de flores que unía una especie de pequeña joya con la forma de un ojo. Era de un color verde brillante. Parecía una pequeña esmeralda.

—Es precioso, ¿verdad? —dijo una voz detrás de ella.

—¡Qué! —gritó Marta con la mano en el pecho —¿Quién es usted?

—Oh, perdone querida. No era mi intención asustarla. Soy el dueño de la tienda.  Estaba antes en el desván organizando el almacén. Perdone que no haya podido atenderla antes.

Era un anciano con una camiseta algo sucia pero elegante. Sonreía con delicadeza.

—No, no, discúlpeme usted a mí —dijo Marta devolviéndole la sonrisa.

—Veo que le interesa el collar, ¿no es cierto? —preguntó el señor mientras posaba sus manos sobre la vitrina.

—Bue-bueno, es muy bonito, la verdad. Pero, de todos modos, no creo que tenga el suficiente dinero encima para comprarlo.

—Si no sabe usted el precio que tiene, señorita.

—No, bueno, pe-pero viendo lo imponente que es. Me imagino que será muy caro.

El anciano cogió la vitrina con sus manos y la apartó un momento. Cogió el collar entre sus manos con cuidado y lo acercó hacia ella.

—Cójalo, sosténgalo entre sus dedos y entonces decida.

—Pe-per-pero, señor… —intentó protestar Marta.

El collar se deslizó en su mano. Era precioso. Y sin saber bien cómo, estaba en el mostrador junto al anciano y comprando aquel collar que sujetaba con fuerza en su mano. Antes de salir de la tienda lo guardó en su bolso con cuidado.

—¡Vuelva pronto! —dijo el dueño de la tienda desde el mostrador.

Marta cerró la puerta tras de sí y la tienda quedó a oscuras.

El cadáver estaba tumbado sobre el suelo de la habitación con la barriga abierta en canal. Era una mujer joven con el pelo negro. Atractiva, quizá. Debra no lo tenía claro del todo. No era muy propensa a fijarse en esas cosas, pero se imaginó que sí: nariz pequeña, labios en apariencia suave, pecho firme, piernas torneadas. El informe forense tampoco era resolutivo en esas cosas. Para ella no era importante, pero conocía bien cómo eran el resto de seres humanos. Suspiró. ¿Eso la convertía en blanco de tan terrible asesinato? No. Claro que no. Pero ella había conocido a gente que disfrutaba con aquellas cosas. Con la sangre, los huesos y la belleza. Rodeó el cadáver y se acercó a una de las mesillas de la habitación. Un ligero pitido la hizo detenerse, agarró su teléfono. Lo guardó con cara de asco y apretó el pinganillo que tenía en la oreja.

¡Por fin, jefa! No podíamos comunicarnos con usted —dijo una voz en su oído.

—Ya estoy aquí, Ramírez. Solo lo he apagado dos minutos… A veces me gusta vivir sin vuestros comentarios directamente en mi cabeza —contestó Debra mientras agarraba una foto de una de las mesillas. En ella estaba la mujer del suelo y un perro san Bernardo. Parecía una foto vieja.

Bueno, solo seguimos el protocolo. Protocolo, que, por cierto, usted misma redactó.

—Todavía puedo apagaros, ¿sabes?

Como única respuesta recibió una risa estática.

¿Ha encontrado algo relevante en la escena?

—Estoy en ello. ¿Qué habéis averiguado vosotros?

Debra empezó a rebuscar por todos los cajones de la habitación.

Nada importante. Parece que la víctima era una mujer muy normal. Vivía en un apartamento tranquilo, con un trabajo estable como profesora, pero sencillo, sin ningún lujo tampoco. Estaba a punto de casarse, por lo que parece, el novio debe estar destrozado… ¿Cuánto les habrá costado la boda? Menudo desperdicio de dinero…

—Ramírez, por favor…

Perdone, jefa…

Encontró la cartera de la víctima. Se llamaba Marta Varela. Un nombre singular para una persona singular. No había nada extraño dentro de aquella habitación. Era un crimen peculiar. Unos pasos fuera de la habitación la hicieron ponerse tensa. La puerta se abrió y entraron unos hombres pistola en mano y la rodearon.

—Ramírez. Esperadme allí, voy a ver qué averiguo —dijo mientras ponía un dedo en su oreja.

Jefa, tenga cuidado.

Un hombre con una gabardina marrón y un bigote muy pronunciado entró por la puerta con cara de pocos amigos. Miró la escena de la mujer y luego a Debra que lo miraba con una cara hierática.

—Debra Chemise, ¿me equivoco? —dijo el hombre mientras se agachaba hacia el cuerpo de la víctima.

—No se equivoca. Inspector Pedralba, ¿verdad? —contestó la mujer con una sonrisa.

—El mismo. Hace tiempo que quería conocerla, ¿sabe? —Suspiró— Chicos, haced el favor de bajar las pistolas, por favor.

Los policías de alrededor bajaron las armas.

—Gracias, inspector. Me gusta hablar sin que nadie utilice sus armas como extensiones de su sexualidad reprimida. Es mucho más agradable.

—Mira, le seré sincero, señorita Chemise. Me veo obligado a soportar vuestra presencia últimamente y empiezo a hartarme ya de tanta tontería. Hablando de gilipolleces, que si fantasmas, que si alienígenas, que si fuerzas oscuras… Esto es la vida real y no pienso soportar a chiflados dificultando mi trabajo —El bigote del inspector Pedralba tembló durante unos segundos.

—Inspector, no se preocupe. CENTRAL solo es una empresa de limpieza, ¿a qué viene tanto miedo?

—Entonces, limítese a limpiar y a dejar las investigaciones a los verdaderos profesionales.

—¡Claro, señor! Tiene usted toda la razón del mundo. Ahora si me disculpa, he de reunirme con mi equipo. Buenas noches.

Debra cerró la puerta tras de sí y se mordió los labios. Malditos incompetentes, pensó. Bajó las escaleras de dos en dos. A veces pensaba que los seres humanos eran incapaces de ver la realidad que les rodea, aunque la tengan delante de sus ojos. De todos modos, debía admitir para sí misma, esa forma de funcionar les había sido útil en todos aquellos meses. CENTRAL era una organización internacional con varias sedes en algunas ciudades del mundo. Nacida de una necesidad imperante: la limpieza paranormal. No en el sentido más literal de la palabra. El peligro no siempre eran fantasmas o espíritus, a veces era una invasión alienígena invisible a gran escala o las babas pringosas de una cocatriz que algún criador entusiasta se había dedicado a cultivar. No solo era limpieza, aunque a veces la tarea era tan simple como limpiar todo el ectoplasma de una parada de metro para que la ciudad pueda volver a funcionar. Muchas veces la tarea principal era la contención misma de la amenaza. Y debido a ello, los miembros de CENTRAL trabajaban sin descanso día tras día.

La base de la ciudad estaba en la calle del Espíritu Santo, una calle sin salida donde a simple vista no había nada, pero la puerta de la base estaba ligeramente escondida. Además, su ubicación estaba centralizada en la propia plaza del barrio de forma estratégica. Debra colocó sus dedos en la pantalla, la puerta se abrió y entró con rapidez. No quería que la puerta le diese en la cabeza como otras veces. Accedió a la segunda zona de seguridad y una voz metálica la obligó a detenerse.

—Reconocimiento de voz, activada. Preséntese debidamente, por favor.

—Soy Debra Chemise, experta en xenobiología, líder de CENTRAL. Valencia, sector 3 —contestó Debra sin pensar.

—Voz confirmada. Bienvenida a la base. Que tenga un buen día.

El equipo de CENTRAL esperaba a Debra en la sala principal de la base, estaban observando en varias fotografías el cuerpo de la víctima.

—¿Ves algo Lucrecía? —preguntó Ramírez con seriedad.

—No… Lo siento, chicos —contestó ella.

Lucrecia Montseny era una mujer con unos curiosos dones: era capaz de ver cosas que nadie más podía ver, leer además el futuro de una manera espectacularmente precisa y en ocasiones, hablar con los muertos. Gracias a ella, CENTRAL había conseguido solventar muchos problemas antes de que resultasen potencialmente peligrosos.

—Lu, no te fuerces. No queremos verte enferma. Te necesitamos fuerte y entera —Debra entró por la puesta con una sonrisa.

—Gracias, jefa, lo intentaré.

—¡Eso espero! Bien, equipo, ¿qué tenemos?

—Nada que no sepamos ya, me temo. Una mujer aparece muerta en su casa, destripada. Según las lecturas, no fue con arma blanca, y la herida no fue hecha desde fuera. Lo que complica un poco las cosas —contestó Ramírez

—Eso quiere decir… ¿Qué se ha hecho desde dentro? —preguntó Vicky, mientras limpiaba un extraño artefacto encima de su mesa.

—Sí, eso parece. ¿Qué piensa, jefa?

Debra se acercó a las fotos y observó el cadáver. Marta Valera. Tenía veintitrés años. Apretó los puños. «La misma edad que él», pensó. Dejó su gabardina sobre una de las sillas y de uno de sus bolsillos se cayó un extraño collar.

—¡Qué collar tan bonito! —dijo Lucrecia mientras se agachaba a por él.

—¿Qué? —preguntó Debra.

El collar se deslizó perfectamente entre los dedos de Lucrecia. De pronto, se le erizó la piel y empezó a gritar de puro terror. Tenía los ojos en blanco.

—¿Qué está pasando?

Debra, Vicky y Ramírez se giraron horrorizados.

—Creo que es el collar —contestó Debra, asustada

Vicky cogió el collar con unos guantes y lo guardó en una caja de cristal. Lucrecia empezó a relajarse, aunque seguía temblando en el suelo, recogida sobre sí misma. Debra se acercó a ella y la abrazó.

—¿Estás bien, Lu?

—L-l-lo h-he v-v-visto…

—¿Qué has visto?

—-A-al monstru-u-uo…

—¿El que mató a la mujer?

—Creo que sí…

«Así que hay algo en el collar», pensó mientras miraba a la caja de cristal.

—Hay algo más, jefa —siguió Lucrecia.

—Dime.

—Una tienda. Vieja y polvorosa.

—¿Sabrías encontrar dónde está?

El rótulo estaba casi borrado y apenas se distinguían las letras. Debra Chemise miraba desde afuera con los brazos cruzados. «Debo enfrentarme a lo que haya dentro con cuidado». Dentro de su gabardina llevaba su pistola. Alargó la mano y giró el picaporte. Dentro olía a viejo y a polvo.  Las estanterías estaban llenas de cachivaches y trastos extraños. Algunas parecían de origen alienígena al juzgar por la rápida mirada de la mujer. Un poco perdida, llegó a un mostrador lleno de libros arrugados. Detrás de él había unas cortinas que escondían más habitaciones extrañas. Una voz grave habló con tranquilidad.

—¡Un momento, enseguida salgo!

—¿Conoce a Marta Valera? —preguntó Debra.

Un señor mayor salió al mostrador con un trapo en las manos.

—¿Cómo dice? —preguntó.

—¿Conoce a Marta Valera?

—No sé de quién me habla, señorita.

Debra sacó la pistola y apuntó al anciano en la cabeza.

—¿Y ahora?

—Señorita…

—No estoy para juegos, trasgo. ¿Qué hay en el collar?

—Nuestro amado señor… Tántalo resurgirá —murmuró el anciano.

De pronto, su piel empezó a volverse gris y saltó hacia Debra. El disparo resonó entre las estanterías. Debra suspiró. Maldita rutina.

Este relato pertenece al #OrigiReto2019, el reto de escritura creado por Stiby (ver blog) y Katty (ver blog).

Título: El ojo de Tántalo
Objetivo: 1 (Escribe un relato donde el objeto maldito sea protagonista)
Objetos: 13 y 23  (Un mensaje instantáneo y una foto vieja)
Palabras: 1995 (según contadordepalabras.com)
Test de Bechdel: Sí
Medallas: Feminista (5/6)

4 comentarios sobre “El ojo de Tántalo | Relato de noviembre #OrigiReto2019

  1. Buenas noches

    Me ha gustado mucho tu relato. Decías que no estabas muy seguro de que gustara, pero a mí si me ha parecido interesante y bien escrito.

    Es un relato que sorprende, porque empieza pareciendo una cosa y acaba siendo otra muy diferente. Me ha recordado a varias obras y películas: a Calles de Chatarra (novela), por lo de tener que luchar contra un trasgo, a R.I.P.D. Departamento de policía mortal y a las novelas clásicas de crímenes. La «mezcla» de ambientaciones está muy bien llevada.

    El estilo es muy bueno y no hay erratas salvo una muy tonta que luego te digo.

    Una sugerencia, un tanto personal, es el cambio de escena siguiente:

    Marta cerró la puerta tras de sí y la tienda quedó a oscuras.

    El cadáver estaba tumbado sobre el suelo de la habitación (…)

    Lo veo correcto, pero al faltar algún signo (espacio entre la primera y la segunda línea o una línea de asteriscos, como suelo hacer yo) queda un tanto brusco. Yo haría eso, o aumentar el espacio entre estas frases o poner un asterisco para separar las escenas.

    Lo mismo haría aquí:

    —¿Sabrías encontrar dónde está?

    El rótulo estaba casi borrado y apenas se distinguían las letras.

    Luego, la errata:

    No era muy propensa a fijarse en esas cosas, pero se imaginó que sí: nariz pequeña, labios en apariencia suave, pecho firme, piernas torneadas.

    O bien querías decir «labios de apariencia suave» o «labios en apariencia suaves».

    Por último, valórate más. Es un buen relato.

    Un saludo.

    Juan.

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  2. ¡Bueno, pues muchísimas gracias por tus palabras, Juan! Y también por tomarte la molestia de leerme y de comentar. Siempre me sorprenden tus comparaciones (porque nunca las pienso cuando escribo, pero es verdad que luego están ahí).

    Gracias, también, por tus correcciones que siempre son de muchísima ayuda.

    Un saludo.

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  3. Pero qué relatazo Miguel, me lo guardo para leerlo de nuevo porque esto merece una relectura con calma xD Me ha gustado mucho y me parece espectacular como construyes los diálogos. La investigación, lo de la empresa de limpieza y el misterio que vas desenredando, me ha parecido muy bien ambientado, genial historia además tengo especial aprecio a Tantalo por el FinalFantasy 9 en el que la banda de ladrones/Compañia de teatro, se llama Tantalus ^^

    .KATTY.

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    1. Jo, muchas gracias. Pues me alegra mucho que te guste. La verdad es que yo no salí muy contento de este relato, si te soy sincero. Tiene cosas que me gustan, pero otras cosas… Pues, no, claro. En fin, muchas gracias por tus palabras de verdad. Y ¿sabes? Me haría mucha ilusión que te leyeses Babel 6, otra de las entradas. Cogí el objetivo de solo diálogos y cree una historia y nada, como sé que te gustan mis diálogos, pues a ver qué te parece ^^ (siempre que puedas, claro. O te apetezca, que si no, es genial también)

      En fin, muchísimas gracias.
      ¡Un abrazo!

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