La petite mort | Relato de octubre #OrigiReto2019

MOTEL RUINOSO

Los focos del coche iluminaban una carretera vacía y estéril. Llevaba horas conduciendo, alejándose de su casa. Era lo acordado, era el trato que debías de seguir si estabas dispuesta a hacer… Bueno, a trastocarlo todo. No estaba preocupada. Sonreía todo el tiempo. Era feliz. Todo iba a cambiar, pero ella era feliz. Sin embargo, no era tonta. Sabía que todo podía salir mal, que algo pasaría a través de un resquicio de la puerta o algún hueco que ella pudiese olvidar de tapar. Pero, joder, la recompensa valía la pena. Además, solo tenía que seguir unas malditas instrucciones, no debía ser tan difícil. Aminoró un poco la marcha y buscó a tientas en la oscuridad de la cabina. El libro estaba en el asiento del copiloto. Respiró tranquila. A veces tenía la sensación de que si no lo tocaba de vez en cuando desaparecería. Y con lo mucho que le había costado conseguirlo, perderlo a esas alturas… Se lo puso entre las piernas y siguió conduciendo en la larga noche.

Al cabo de un rato, a lo lejos, se vislumbraba una tenue luz. Ese debía ser el lugar. Carretera 23 número 4. Mientras más se acercaba se veía un ruinoso cartel luminoso que rezaba: «La petite mort». Aparcó el coche en el aparcamiento casi vacío. Metió el libro en el bolso. Abrió el maletero para sacar una mochila de viaje y se dirigió hacia el motel. Se abrochó bien la chaqueta para huir del frío húmedo que le subía por las piernas.

El repiqueteo de sus zapatos resonaba por todo el pasillo mientras se acercaba al mostrador. Un hombre pálido ojeaba unas hojas con parsimonia. La mujer carraspeó y colocó sus dedos largos sobre la mesa de recepción. Los ojos de ambos se encontraron y no hicieron falta palabras. El escuálido hombre se movió con lentitud y cogió una llave de una pequeña estantería.

—Es la habitación número 11. Espero que sea de su agrado —dijo con una voz cavernosa.

—Seguro que sí, muchas gracias —contestó la mujer con una sonrisa.

Agarró la llave con la mano derecha y metió la llave dentro de bolso y sin mediar palabra se alejó hacia la habitación. El hombre la miró con indiferencia y volvió a revolver entre los papeles. De pronto, sonrió con una sonrisa muy grande. La comisura de sus labios se acercaba a unas orejas pequeñas. Dentro del cajón había una rata muerta. Una mosca se le posó en la nariz. Agarró al pequeño animal y se lo metió en la boca. Volvió a sonreír, esta vez con la barriga llena.

El pasillo estaba profusamente decorado con unos cuadros espantosos. Sin embargo, la mujer no se inmutó en ningún momento. Parecía conocer el camino y avanzaba con la cabeza alta. A veces al pasar al lado de una puerta, esta parecía temblar. Si escuchabas atentamente podías escuchar un gemido tenue detrás de la madera. Llegó al número 11. No había cerradura. La habitación parecía tener alguna especie de candado que la mantenía cerrada. Sacó la llave del bolso y la colocó en la pequeña ranura. Cedió sin problemas.

Cerró la puerta tras de sí y se quedó en silencio en la oscuridad de la habitación. Dejó caer el bolso bajo sus pies y correteó con sus dedos sobre la pared buscando un interruptor. La luz se encendió con un chisporroteo. En el centro solo había una cama de matrimonio y unos pocos muebles. No había nada más. Ni siquiera una televisión vieja llena de estática. La mujer sonrió y se quitó el abrigo. Estaba completamente desnuda. Se agachó y se quitó los zapatos también. Sujetó el bolso sobre la cama y sacó el libro. Lo apretó contra su pecho. «Sigue aquí», pensó.

Tumbada sobre la cama, empezó a hojear por decimocuarta vez aquella noche el libro. Se había leído el ritual muchas veces, casi se lo sabía de memoria, pero tenía miedo de equivocarse, de que todo saliese mal. Había oído historias… Se incorporó en el borde de la cama y decidió que ya era hora de empezar. Lo primero era organizarlo todo encima del somier: eran necesarias cuatro tipos de cadenas, unas gruesas, otras más finas, y las últimas algo pequeñas, como de llavero; dos velas de color negro y otras velas de color rojo con un tamaño medio; una aguja con una longitud de uno con veinticinco milímetros; una botella de aceite de rosas y por último la desnudez entera de la persona interesada.

Cogió una de las cadenas y la colocó sobre el cabecero de la cama. Las cadenas más gruesas las enganchó en una esquina de la habitación. Las más pequeñas se las colocó en las muñecas y en los tobillos. Después de poner debidamente las velas en los rincones indicados, las encendió en el orden correcto. Abrió la botella de aceite de rosas y su aroma embadurnó la habitación. Sonrió con alegría. Comenzó a dibujar en el suelo con él la forma difusa y alargada que explicaba en las instrucciones. Sujetó entre los dedos la aguja y se colocó en el centro del dibujo. Agarró el libro con cuidado entre sus manos. Quería comprobar que todo lo había preparado bien. «Colocada en el centro del dibujo solo necesitará un poco de sangre. Deje caer la gota hacia el suelo y cierre los ojos. Buena suerte.», leyó en voz baja. Suspiró, nerviosa. Estiró un dedo y se pinchó con la aguja. La gota de sangre cayó como una lágrima. Cerró los ojos. Un sonido grueso inundó sus oídos. Las cadenas del rincón empezaron a agitarse. Las velas se apagaron y todo quedó a oscuras.

Un tenue rayo de luz se asomaba por la ventana. Su respiración era entrecortada. Su boca estaba abierta y los labios llenos de llagas. Mordeduras. Doloridos. Había un silencio pesado en la habitación. Su cintura estaba ligeramente entumecida. Su pecho lleno de chupetones. Sus pezones… Ella se sentía especialmente feliz y cansada. Abrió los ojos lentamente. Sí, era la misma habitación. Oscura. Tenebrosa. El silencio le llegaba a sus oídos como pequeños susurros en otra habitación, como escondidos. Intentó ponerse cómoda. Lentamente. Tenía sus muñecas sujetas con las cadenas a la cama. Gimió quedamente mientras un dolor le laceraba el brazo. ¿Cuánto tiempo llevaba dormida en esa postura? Por el cuerpo entumecido dedujo que unas horas. Apenas recordaba qué había pasado aquella noche… Había sido alucinante, de eso estaba segura. De pronto, el silencio empezaba a agitarse en la habitación y ella se quedó completamente quieta. Parecía que la fiesta no iba a terminarse. Sonrió con cierta malicia. Con suavidad, el vello de sus piernas desnudas empezó a levantarse y su piel empezó a temblar. Era una caricia dulce de unos dedos suaves. Subían lentamente, en un camino que conocían bien. Ella se agitaba nerviosa y el silencio se hizo más pesado, más fuerte. Cerró los ojos. El cuello se erizó de repente y un gemido mudo acudió a su garganta. La punta de una lengua dibujaba círculos en sus pezones y subía mientras los dedos recorrían su cuerpo. El silencio la besó y abrió la boca. Las lenguas se juntaron en un baile. Los dedos llegaron pronto, y ella estaba húmeda. Caliente. El silencio se movía lentamente. Ella empezó a temblar. A sudar. A gemir en susurros. Hasta que la lengua bajó de esquina en esquina y acarició su húmeda oquedad. Gritó. Gritó y gimió con todas sus fuerzas. El silencio se disolvió en pedazos. Y ella se quedó con las piernas abiertas entre las sabanas. Respirando con dificultad.

—Hazlo. Por favor… Hazlo… —suplicó en un susurro y cerró los ojos.

El silencio se despertó de un rincón. Se acercó con cuidado. Envolvió el cuerpo de ella. El silencio susurraba en su cuerpo, en su boca, en su sexo. La penetró con suavidad, mudamente, mientras mordía sus labios y sus orejas. Ella gemía en silencio y sonreía. Era feliz. Las cadenas se deshicieron. Empezó a reírse…

 

Este relato pertenece al #OrigiReto2019, el reto de escritura creado por Stiby (ver blog) y Katty (ver blog).
Título: La petite mort
Objetivo: 13 (Escribe un relato erótico)
Objetos: 30 y 31  (Una llave y un candado)
Palabras: 1326 (según contadordepalabras.com)
Test de Bechdel: No
Medallas: Feminista (4/6)

La imagen no me pertenece, visita a su autor, visita su página para disfrutar de su contenido.

5 comentarios sobre “La petite mort | Relato de octubre #OrigiReto2019

    1. ¡Muchas gracias!

      Sí te soy sincero, la verdad es que este relato no es de mis favoritos que he hecho para el reto, me gustan mucho más el anterior o el primero que hice en junio, con su continuidad y todo, pero me alegra mucho de que te haya gustado y lo hayas disfrutado. Muchas gracias, también, por pasarte por aquí a leerme y a comentar.

      Un abrazo 💜

      Le gusta a 1 persona

  1. Empezaré por el final, porque al final he creído entender todo el relato.
    Es un relato extraño e intrigante que me ha tenido despistada todo el tiempo, imaginando cosas que luego no sucedían y esperando todo el tiempo al segundo protagonista, porque le tenía delante de las narices todo el tiempo y no lo he sabido ver hasta el final. Ese final es genial porque pone la guinda a un texto con un erotismo confuso y muy alejado de cualquier tópico, lo que le hace muy especial.
    Tanto el tono como el ritmo me han parecido muy correctos aunque he echado un poco de menos una descripción algo más detallada de la mujer.
    Sin embargo me ha encantado el toque exotérico al más puro estilo Los lagartos de V (aquella serie de los 80), cuando el recepcionista se come… lo que se come. Por algún motivo me trae reminiscencias de El día de la Bestia y es notable la forma en la que la magia termina envolviendo todo el texto con una sutil sensualidad.
    Enhorabuena por este relato tan original.
    Tan original que voy a enlazarlo para mi último microrrelato del año.
    abrazos!

    Le gusta a 1 persona

    1. Oh, vaya, muchas gracias por tus palabras… Y me hace mucha ilusión que sea tu último enlace del año. Y nada, con este relato experimenté un poco más de la cuenta, por eso supongo que es algo más extraño de como suelo escribir yo normalmente. Y la idea principal vino de una idea que tuve, sobre un ser invisible, hecho de silencio puro o algo así. Y bueno, jugar con la idea de una especie de bruja moderna que acude al motel recomendada. El recepcionista no es una criatura concreta tampoco, pero bueno, ya vemos que come, pues eso que se come… Y si te soy sincero, yo no terminé muy contento con este relato, pero me hace ilusión que te haya gustado, de verdad, gracias otra vez 😊

      Un abrazo.

      Me gusta

Deja un comentario